viernes, 24 de agosto de 2012

Día 17: Fukuoka - Shimonoseki




Hoy sí conseguimos levantarnos pronto, aunque tampoco nos sentimos preparados para cubrir los 90 kilómetros que nos esperan por delante.

Nos espera una etapa tan llana como fea. Nos cuesta unos 30 kilómetros salir de la gigantesca urbe y sus suburbios, y a partir de ahí nos volvemos un poco locos buscando carreteras alternativas para evitar el pesado tráfico y las temibles montañas.

Conducimos por un túnel larguísimo con las gafas de sol puestas. En teoría las bicis no pueden ir por ningún túnel en Japón, pero tampoco proponen alternativas. La mayoría de las veces se puede ir por un carril bici que, por cierto, es muy distinto de los carriles que tenemos en España. En Japón, todas las aceras son compartidas por peatones y bicicletas, y la mayor parte de las carreteras tienen un carril destinado al mismo fin. Muchas veces está igual de bien asfaltado que la misma carretera, y es suficientemente amplio como para que podamos ir charlando. Otras, la vegetación se lo ha tragado de tal manera que casi hay que atravesarlos machete en mano. En cualquier caso, montar en bici por Japón es una experiencia muy grata. Cuando no existen estos carriles o, simplemente, quieres ir más rápido por la carretera, no tienes que preocuparte en exceso por los coches. Debido al terreno, las carreteras suelen ir incrustadas en valles sinuosos, en los que el límite de velocidad no excede de 50 km/h. Los coches van muy despacio y son muy respetuosos, no se acercan demasiado a las bicis, ni te pitan porque vayas muy lento. Además, la mayor parte de los carteles están escritos en japonés e inglés, por lo que es muy fácil orientarse.
Atravesamos la enorme ciudad de Kitakyushu, pero parece que no llegamos nunca al estrecho de Shimonoseki. Bien entrada la tarde al fin decimos adiós al Kyushu. Ha sido un auténtico placer conocerlo.
Cruzamos bajo el mar a la isla de Honshu. Nos equivocamos en la dirección del albergue, vamos hasta el centro de la ciudad y volvemos. El albergue está lleno y tenemos que volver al centro de la ciudad. Preguntamos en un taller de motos por el hotel que nos habían recomendado en el albergue, y un chico del taller coge su bici y nos lleva por varios hoteles de Shimonoseki buscando uno barato. Al fin nos conduce hasta uno que está increíblemente bien a pesar de ser muy barato, y nos damos un merecido homenaje con cervecitas y helado.








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